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La segunda fundación de Buenos Aires ocurrió el día 11 de junio de 1580 después de fracasar la primera llevada a cabo por Pedro de Mendoza, el 3 de febrero de 1536. Quien estuvo a cargo de esta misión fue don Juan de Garay (1528-1583) acompañado por un escaso número de personas, todas provenientes de la ciudad de Asunción, entre ellas, un portugués, Antonio Tomás, sobreviviente de aquel primer intento ocurrido cuarenta y cuatros años atrás.
Juan de Garay hizo lo habitual en estos casos, plantó el árbol de Justicia, tal como se acostumbraba y era obligatorio en tales casos, nombró los alcaldes del cabildo, marcó los lugares donde debía levantarse cabildo, fuerte, catedral y conventos, repartió tierras para los integrantes de su expedición, confeccionó el escudo de la ciudad y, por supuesto, asentó en un acta lo que se debía de asentar. Entre otras cosas, el nombre de la ciudad a la que llamó de la Trinidad e incluso el nombre del puerto, como bien lo especifica un párrafo del Acta Fundacional. Pero lo que queremos destacar es que Garay, al referirse al territorio donde se asentaba la nueva ciudad, lo hace denominándolo Nueva Vizcaya.
Veamos.
Juan de Garay.
“...a once días del mes de junio del año del nacimiento de nuestro señor Jesucristo de mil y quinientos ochenta años, estando en este puerto de Santa María de Buenos Aires, que es en la provincia del Río de la Plata, intitulada la Nueva Vizcaya, é fundo en el dicho asiento é puerto una ciudad, la cual pueblo con los soldados y gente que al presente tengo é traido para ello...”
Confirmando y dejando constancia de lo que el Adelantado Juan Ortiz de Zárate, tío suyo, había bautizado siete años atrás de ese modo, al denominar Nueva Vizcaya a una inmensa región que para muchos hombres de la época era conocida como: “Los territorios del Río de la Plata”.
No era extraño que Juan Ortiz de Zárate (1521-1576) eligiera ese nombre siendo él vasco nacido en Orduña (País Vasco), como también lo era de esa localidad vizcaína, su sobrino Juan de Garay, además era frecuente en aquellos conquistadores el dejar constancia de sus orígenes en nombres impuestos a ciudades recientemente fundadas o en regiones americanas a medida que eran conocidas por ellos en sus avances exploratorios. Ejemplos hay en abundancia en la historia e incluso nombres que lograron perdurar en el tiempo.
Pero en este caso, lo cierto es que la denominación de Nueva Vizcaya no tuvo mayor aceptación a pesar que el escribano Pedro de Jerez (o Xerez), redactor del acta fundacional, deja asentado que a la provincia en donde se asienta la nueva ciudad se le da ese nombre. O porque la naturaleza fluvial y llana del país significa un contraste difícil de asemejar con la del País Vasco o porque nadie tomó en cuenta lo mandado y ordenado por tío y sobrino, la realidad demostró que por un tiempo largo prevaleció lo que prácticamente se había impuesto hasta entonces. El de llamar a la región a ambos lados de ese pequeño Mar Dulce (nombre impuesto por Juan Díaz de Solís al ancho río que tuvo frente a sus ojos), como Territorios del Río de la Plata.
Un sacerdote, integrante de la accidentada expedición del año 1573 conducida por Juan Ortiz de Zárate llamado Martín del Barco Centenera (1535-1602), al regresar a Europa escribió un libro en recuerdo de sus andanzas por estas regiones del Nuevo Mundo al que tituló: “Argentina y conquista del Río de la Plata con otros acontecimientos de los reynos del Perú, Tucumán y Brasil”. Siendo la primera vez que se hacía referencia a estas tierras con el nombre Argentina.
Y no solo eso, dejaba además constancia el sacerdote, de igual manera que muchos hombres de esa época, que en mayor o menor medida tuvieron contactos con este territorio, de su oposición a que estas tierras sean llamadas Nueva Vizcaya como ordenaba el Adelantado Ortiz de Zárate. Disconformidad que tenía su razón en la ya sólida aceptación para denominar a esta inmensa zona sudamericana como Territorios del Río de la Plata, a punto tal, que por “Plata”, –argentum–, deriva el nombre Argentina. Detalle que supo captar y registrar para la posteridad, el clérigo-poeta Martín Barco Centenera.
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